martes, 28 de julio de 2009

El juego de la vida



Hoy pienso cuánto juega la vida con nosotros. Parece que tomamos decisiones y es ella la que nos lleva de un ronzal adonde le conviene...

Creímos que aquella casa la decoramos cuidadosamente para vivir con un amor al lado; la vida utilizó ese truco: aquel amor nunca llegó a vivir en esa casa.

Los fuegos que encendemos, las palabras de dicha entrecortadas, los grandes gestos estudiados son caminos que la vida utiliza para empujarnos al fin que era su meta...

Aquella muerte que nos destruyó no era verdad que nos destruyera: nos ejercitaba y nos vigorizaba para otros ejercicios más difíciles, para otros fines que ni siquiera entraban en nuestros cálculos.

El desamor, que tanto nos dolía y tanto rehuimos, aquel escándalo que provocamos, el abandono lento de la gente eran sólo la vía hacia la soledad imprescindible.

El dolor que nos llevó a pensar que jamás levantaríamos cabeza era el paso primero hacia la simulada realización y el inicio del aparente cumplimiento... Nunca estamos seguros.

¿Qué significado siquiera conocemos de la palabra futuro?

Para reconocerlo y enterarse, para aceptar avanzar o no a ciegas, hay que estar ya de vuelta. Pero de vuelta ¿desde dónde y hacia dónde? ¿Quién le coge las vueltas a la vida? Bien cierto es que la vida da muchas, y algunas de campana.

Es mejor encogerse de hombros y aguardar que nos siga conduciendo sin preguntar adónde. Porque la vida es el chófer de este coche, en el que montamos alegres y al aque damos la dirección a la que deseamos ir. Sin caer en la cuenta de que, como un taxista abusivo, él nos lleva por donde quiere hasta donde quiere. Sin mirar siquira por el espejo retrovisor para observar la cara que ponemos.

¿Es esto la desilusión? No, es simplemente la realidad.

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