domingo, 1 de febrero de 2009

La vida desde el otro lado



A menudo me digo que debo descender a la realidad y ser práctica, que el tiempo pasa y no en balde, y ya es momento de olvidar sueños inalcanzables y de correr en pos de imposibles.

La realidad me golpea en la cara en cada momento, me repliego un instante en mi interior, me coloco la máscara de la superficialidad e intento ser como la gente que me rodea, disimulando mis miedos y angustias, solicitando al presente un nuevo pase sin descuentos para poder vivir mi futuro con avales y garantías y olvidar un pasado repleto de errores del que no aprendí nada en absoluto, solamente a sentir un pesar profundo.

Pero la mujer que hay en mí vive al otro lado de la vida, tras una cortina rasgada sólo en parte, cubierta por velos invibles que sólo a veces me permito traspasar sin demasiado éxito.

Soy una atenta observadora de todo lo bello y horrible que pasa a mi alrededor, impregnándome de lo bueno y lo no tan bueno, de la maldad sin sentido (que no soy capaz de comprender y mucho menos de asumir) y también de la originalidad cuando a veces me topo con ella, y entonces permanezco unos minutos asombrada y estimulada nuevamente.

Vivo al otro lado del espejo, mirando mi reflejo y no me reconozco en él, yo no soy la que habito en este mundo, con cuerpo material y vida aparentemente ordenada y centrada.

Tampoco los que viven a mi lado saben demasiado de mí, creen que me conocen, pero nadie percibe la multidimensionalidad de mi mundo interior.

Conservo la capacidad de sorpresa, cada vez más limitada, pero si algún día llega el momento en el que no tenga ansias de aprender y lo de todo por sabido, las mil mujeres que viven en mí desaparecerán para siempre y sólo quedará la cáscara vacía de mi yo que todos ven y se apagará la luz, mis ojos se acostumbrarán a las tinieblas de una vida solvente y consistente.

Y me convertiré en una mujer corriente y a lo mejor incluso seré hasta feliz, porque ya no me haré preguntas ya que creeré tener todas las respuestas.

Y traspasaré la puerta y viviré en el único lado de la realidad que casi todo el mundo concibe como único y principal.

Y sin embargo sé con una certeza imposible de rebatir, que no quiero desprenderme de mí, de mis mil mujeres inconcretas e intangibles, únicas e irrepetibles y todas ellas sinceramente mías.

Seguiré alimentando mi imaginación, adorando la fantasía, viviendo en un mundo ilusorio y persiguiendo vanas utopías, viviendo la vida desde el otro lado.

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